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MENOS EUROPEO Y MÁS GLOBAL, EL CATOLICISMO CONTINUARÁ CRECIENDO (Y MUCHO)
…A PESAR DE LOS RUMORES QUE HABLAN DEL FIN DE LAS RELIGIONES EN 2100

 

ALETEIA TEAM 
10 OCTUBRE, 2016

Cuando su biógrafo Peter Seewald le preguntó sobre la descristianización de Europa, el papa emérito Benedicto XVI respondió:
“Todo es una cuestión de repensar la presencia, encontrar nuevas formas, trabajar con talento”.
Es decir: en vez de repetir la letanía de las iglesias vacías, cerradas y abandonadas, es más útil entender que el problema es precisamente la fe, que está sedada y distraída. Es de esta cuestión fundamental que se debe recomenzar, dando testimonio de Cristo de formas nuevas.
Philip Jenkins, uno de los mayores especialistas en historia y ciencia de las religiones, reforzó recientemente en el diario The Catholic Heraldnada de fin, nada de extinción.
El problema, según Jenkins, está en pensar en el catolicismo como algo europeo, relacionado a la teoría de las antiguas catedrales, a los ritos de un tiempo que se fue, a la catequesis en dosis masivas para niños de 5, 6, 7 años, toda la mañana, después de la misa y antes de la escuela.
Al final, la mayoría de las veces, esos niños son hoy los adultos que, desvinculados de deberes impuestos, no ponen nunca más los pies en la iglesia ni llevan a sus hijos.
De hecho, en gran parte de las actuales democracias laicas, la tendencia es la de no identificación con ninguna religión. En la República Checa, nada menos que el 60% de la población se declara sin religión.
El escenario llevó a la American Physical Society a publicar, en 2011, un detallado dossier en el que sentenciaba inapelablemente que el mundo se libraría de todas las religiones en el 2100; encabezaban la lista de los países ya listos a abandonar todo aquello en que han creído durante siglos, Austria e Irlanda.
Hay, sin embargo, una gran distancia entre esas tablas de Excel y la realidad de la fe individual.
El hecho de que haya cada vez menos católicos en Praga puede preocupar a quien aún se emociona con el sonido de las campana de las iglesias, pero no sella el destino de una religión.
El propio Jenkins ya había escrito un libro, La historia perdida del cristianismo, en que observaba que muchas religiones mueren: “A lo largo de la historia, algunas religiones desaparecen totalmente, otras se reducen de grandes religiones mundiales a un puñado de seguidores”.
En el caso de la Iglesia católica, sin embargo, el catastrófico pronóstico no parece aplicable, prosigue.
La Iglesia, que “es la mayor institución religiosa del planeta”, viene disfrutando de un crecimiento global: en 1950, la población católica sumaba 347 millones de individuos. En 1970, eran 640 millones. En 2050, conforme estimaciones conservadoras, serán 1,6 billones.
“He hablado de crecimiento global, y el elemento ‘global’ requiere énfasis”, subraya Jenkins. “A lo largo de la historia, ha habido muchos imperios llamados ‘mundiales’ que, en realidad, estaban confinados principalmente a la Eurasia. Fue sólo en el siglo XVI cuando los imperios español y portugués realmente abrazaron el mundo. Para mí, la verdadera globalización comenzó en 1578, cuando la Iglesia católica estableció una diócesis en Manila, en Filipinas, al otro lado del inmenso Océano Pacífico”.
Y continúa:
“Estamos habituados a pensar en el cristianismo como una fe tradicionalmente ambientada en Europa (…), pero esta religión se propaga a escala global. El número de cristianos está aumentando rápidamente en África, Asia y en América Latina. El cristianismo está tan enraizado en el patrimonio cultural de Occidente que hace que parezca casi revolucionaria esa globalización, con todas las influencias que puede ejercer en la teología, en el arte y en la liturgia. Una fe asociada principalmente a Europa debe adaptarse a este mundo cada vez más vasto, redimensionando muchas de sus premisas”.
Es natural preguntar: ¿ese “nuevo” cristianismo global permanecerá auténtico?
Es una interrogante legítima, sólo que un tanto sin sentido cuando nos damos cuenta de que las grandes reservas del catolicismo están hoy en países como Brasil, México y Filipinas; por otra parte, en este último país ha habido más bautismos el año pasado que en Francia, España, Italia y Polonia juntas.
La objeción es fácil: las tendencias demográficas explicarían las razones de ese crecimiento. Donde nacen más niños, crecen más católicos, si el sustrato estuviera presente. Donde eso no pasa, el catolicismo se seca.

 

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