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NAVIDAD, DIA DEL BESO Y DEL ABRAZO.

 

 

 

Día este sorprendente: día del beso y del abrazo. El cielo besa y abraza a la tierra, la tierra responde en activa al cielo. Dios Padre nos besa y abraza con su Hijo y por su Hijo; en el Hijo besamos y abrazamos al Padre Dios. El silencio adorador de María Santísima nos lleva a adentrarnos en este misterio, del beso y del abrazo de Dios por mí y por todos. El Verbo, quien es la Palabra, en haciéndose Hombre-Bebé, besa y abraza, toda cultura y a todo hombre, con “eudokia”, con amor benevolente. Como Creador, nos da el microcosmos y el macrocosmos, en un ramo de flores y estrellas, enamorado; en la Navidad, realiza la donación total de sí, por nosotros y por nuestra salvación, del pesebre hasta el Calvario. Adorar el misterio del beso y del abrazo de Dios, significa “ad orem” hacia la boca: sumergirse en el beso y abrazo del amor inefable, de quien siendo Dios, se hizo humano, para a los humanos hacernos Dios en esta alianza del beso y del abrazo, iniciado en el tiempo y que se prolongará por toda la eternidad: por siempre, siempre, siempre. Navidad, cambia nuestra perspectiva paupérrima del “ego” y nos abre al beso y el abrazo del nosotros con el Tú divino y el tú humano. Esta es la paz y la civilización del amor; no el “si vis pacem, para bellum”, de los romanos, divisa de hombres débiles,”si quieres la paz, prepara la guerra”. Hoy se nos señala la ruta del Camino, de la Verdad y de la Vida: el beso y el abrazo de Dios. Este es el encanto maravilloso y sorprendente de la Navidad. Un beso y un abrazo desde el Corazón de Dios que late en el Niño de Belén que perdure siempre, como verbo en voz pasiva y en voz activa, desde Dios y desde nosotros.

 

P. PRISCILIANO HERNÁNDEZ CHÁVEZ, CORC.

24 DIC 2015

 

 


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