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(17) INFORMACIÓN IMPORTANTE TOMADA DE:

http://arvo.net/teologia-fundamental/concepto-cristiano-de-misterio/gmx-niv508-con17220.htm

EL CONCEPTO CRISTIANO DE MISTERIO EN SAN PABLO

Hay en las Cartas de San Pablo a los Efesios y a los Colosenses «un concepto especial, que es típico de estas dos cartas, y es el concepto de "misterio".»

Así lo resumía Benedicto XVI en una de sus Audiencias generales:

«Una vez se habla del "misterio de la voluntad" de Dios (Ef 1, 9) y otras veces del "misterio de Cristo" (Ef 3, 4; Col 4, 3) o incluso del "misterio de Dios, que es Cristo, en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col 2, 2-3).

Hace referencia al inescrutable designio divino sobre la suerte del hombre, de los pueblos y del mundo. Con este lenguaje las dos Cartas nos dicen que es en Cristo donde se encuentra el cumplimiento de este misterio. Si estamos con Cristo, aunque no podamos comprender intelectualmente todo, sabemos que estamos en el núcleo del "misterio" y en el camino de la verdad. Él en su totalidad, y no sólo un aspecto de su persona o un momento de su existencia, es el que reúne en sí la plenitud del insondable plan divino de la salvación. En él toma forma la que se llama "multiforme sabiduría de Dios" (Ef 3, 10), ya que en él "habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad" (Col 2, 9). De ahora en adelante, por tanto, no es posible pensar y adorar el beneplácito de Dios, su disposición soberana, sin confrontarnos personalmente con Cristo en persona, en quien el "misterio" se encarna y puede ser percibido tangiblemente.

Se llega así a contemplar la "inescrutable riqueza de Cristo" (Ef 3, 8), que está más allá de toda comprensión humana. No es que Dios no haya dejado las huellas de su paso, puesto que el mismo Cristo es huella de Dios, su impronta máxima; sino que uno se da cuenta de "cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad" de este misterio "que sobrepasa todo conocimiento" (Ef 3, 19).

Las meras categorías intelectuales aquí resultan insuficientes, y reconociendo que muchas cosas están más allá de nuestras capacidades racionales, debemos confiar en la contemplación humilde y gozosa no sólo de la mente sino también del corazón. Los Padres de la Iglesia, por otro lado, nos dicen que el amor comprende mucho más que la sola razón.» (Au.ge., 14.01.2009)


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